Voy caminando por un sendero lleno de flores, bajo el cielo azul, cuando empieza soplar una suave brisa que hace cantar a los arboles de una forma suave y armoniosa como lo eran aquellas canciones que me cantabas al oído cuando estábamos en sentados en la banca del parque al atardecer.
Decido sentarme, junto al arroyo de agua tan cristalina como el azul de tus ojos, saco mi agenda donde guardo aquellas letras que en su momento intercambiamos, letras donde plasmábamos nuestros sueños, nuestros pensamientos, nuestro amor, ha pasado tanto tiempo desde aquello pero que para mí es como si hubiera sido ayer.
Pasa el tiempo y decido tomar mi pluma y sentada junto aquel arroyo escribirte una ultima carta, no de un adiós si no de un hasta luego, expresarte aquellas palabras que una y otra vez he querido decirte pero las cuales no se te es posible escuchar, mientras escribo una lagrima rueda por mi mejilla pero no de tristeza si no de tranquilidad.
Al terminar aquella carta la leo por última vez y al doblarla decido que el viento haga lo suyo y con la melodía que entonan los arboles se la lleve, que aquellas palabras se transformen en plumas y vuelen tan alto que puedan llegar a ti; bajo la mirada y me doy cuenta que una flor se posa en mis piernas, más lagrimas comienzan a correr por mi rostro, no de tristeza si no de felicidad, se que aún estas junto a mí aunque quizás no puedas tocar mi mano, posar tus labios en los míos o cantarme al oído, te expresas con el canto de los arboles, la belleza de las flores, la caricia del viento y el correr del arroyo.
El amor es para siempre amor mío, no importa si en esta vida no pudimos compartirla del todo juntos, siempre estarás en mi corazón y aunque tarde en llegar, llegará el momento en que nos volvamos a encontrar mi dulce amor, dueño de mi corazón.
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